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Ron Matusalem

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Al comenzar el siglo XX, Cuba rebosaba glamour, fiesta y turismo. Al mismo tiempo, en el este de la isla, la ciudad de Santiago de Cuba era el mejor lugar de Latinoamérica para emprender. Y allí grandes y visionarios empresarios fundaron compañías de gran trascendencia a lo largo del tiempo. Santiago de Cuba ofrecía un ecosistema perfecto para que el ron, su bebida más conocida, elevara el listón hasta llegar a ser el refinado espirituoso que conocemos hoy en día. 

En el año 1872, sus fundadores crearon una marca con un único propósito: conseguir un sabor tan inolvidable que huyese de las modas para convertirse en algo atemporal que perdurase en el tiempo. Esta es la razón por la que Benjamín y Eduardo Camp, junto a su socio Evaristo Álvarez, bautizaron a este ron como Matusalem en honor al personaje bíblico que vivió durante 969 años. 

Poco tiempo después de fundar la fábrica de Matusalem, bandadas de golondrinas la sobrevolaban e incluso anidaban en ella. Los fundadores pensaron que esta elegante ave, considerada un espíritu de vuelo libre, era sin duda alguna el mejor símbolo para la marca. Para dotar de mayor legitimidad al producto, representaron a la golondrina con un ribete portado en su pico donde se podía leer “marca de fábrica”. 

El encanto de la isla, su vibrante vida nocturna y su exquisita arquitectura de estilo ‘art decó’ convirtieron a Cuba en el París de las américas. Entre los años 30 y 50 del siglo XX, la Ley Seca hizo de la isla el destino más popular para los turistas estadounidenses, incluso algunos tan ilustres como Ernest Hemingway, quien acabó estableciendo su residencia en la isla. Durante esta Edad Dorada, Matusalem fue el ron oscuro más popular y el compañero perfecto para disfrutar del espíritu de la isla.

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